El estrés crónico puede tener un impacto negativo significativo en la piel, provocando brotes de acné, rosácea, psoriasis y otras afecciones cutáneas. El cortisol, la hormona del estrés, aumenta la producción de aceite en la piel, lo que puede obstruir los poros y causar acné. Además, el estrés puede reducir la capacidad de la piel para repararse y regenerarse, acelerando el envejecimiento.
Practicar técnicas de manejo del estrés, como la meditación, el yoga, el ejercicio regular y la respiración profunda, puede ayudar a mantener la piel en buen estado. Dedicar tiempo a actividades que disfrutes y que te relajen también es importante para tu bienestar general.
Mantener una rutina de autocuidado y priorizar el descanso y la relajación puede tener un efecto positivo no solo en tu piel, sino también en tu salud mental y emocional.